sábado, febrero 26, 2005

Algunos comentarios sobre el Tratado Constitucional Europeo y la educación

Artículo para el nº 1 de la revista Asperina.

Cuando este artículo sea publicado, los ciudadanos españoles habrán ratificado, o no, mediante referéndum el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa. Nuestro propósito en estas líneas es el de reflexionar sobre la influencia del Tratado en los aspectos educativos, a pesar de “la aburrida indiferencia política de la gente [...] en que se hunden todas las iniciativas públicas y colectivas que tienen lo europeo como referente”, como ha señalado recientemente José Vidal-Beneyto (El País, 12 de febrero de 2005).

La educación universitaria se encuentra actualmente en un proceso de tránsito hacia la configuración de un Espacio Europeo de Enseñanza Superior (EEES). A pesar de los importantes cambios que se producirán como consecuencia la adaptación de cada uno de los sistemas de enseñanza de los distintos estados europeos, la “norma fundamental europea” no presta en este aspecto particular y en la educación en general una especial atención.

En principio, la dedicación de unos pocos apartados a la educación no supondría nada paradójico, a pesar de la importancia de la labor educativa, ya que las competencias en esta materia siguen estando en manos de los Estados miembros. Sobre esto hay que señalar que, si se pretende avanzar en el EEES, se hecha en falta alguna mención más explícita a esto más allá de declarar en el Artículo III-282 que “la acción de la Unión tendrá por objetivos: desarrollar la dimensión europea en la enseñanza, en particular mediante el aprendizaje y la difusión de las lenguas de los Estados miembros; favorecer la movilidad de estudiantes y profesores, fomentando en particular el reconocimiento académico de los títulos y de los períodos de estudios [...]”.

De esta forma, mientras en el mencionado título tercero, en el que se recogen las políticas y el funcionamiento de la Unión, se lleva a cabo una minuciosa ordenación y reglamentación de la política económica y monetaria así como del mercado interior, los aspectos educativos ni siquiera cuentan con una sección propia y se insertan dentro del capítulo que recoge los “ámbitos en los que la Unión puede decidir realizar una acción de apoyo, coordinación o complemento”. Los defensores del Tratado esgrimirán que éste si incorporan elementos que merecen ser defendidos. De esta manera se apela, como en otras muchos aspectos, a que consagra en el Artículo II-73 el Derecho a la educación:

1. Toda persona tiene derecho a la educación y al acceso a la formación profesional y permanente.
2. Este derecho incluye la facultad de recibir gratuitamente la enseñanza obligatoria.
3. Se respetan, de acuerdo con las leyes nacionales que regulen su ejercicio, la libertad de creación de centros docentes dentro del respeto de los principios democráticos, así como el derecho de los padres a garantizar la educación y la enseñanza de sus hijos conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas

Tras este artículo no hay nada nuevo bajo el sol. La constitución española de 1978 en su Artículo 27 consagra tanto que “todos tienen el derecho a la educación”, como el reconocimiento de “la libertad de enseñanza”. Pero las críticas al mencionado Artículo II-73 del Tratado Constitucional, y en general a cuanto educación se refiere, se centran en que por ejemplo, a diferencia de la española que sí lo hace, ésta no menciona la existencia de una educación pública. Nuevamente aparece una de las constantes del Tratado, la falta de fijación de servicios públicos, muy en la línea de las políticas neoliberales y social-liberales del actualmente hegemónico “pensamiento único”.

En definitiva, nos parece que un tema de la importancia para cualquier sociedad como es la educación tenía que haber tenido un mayor protagonismo en la redacción del Tratado Constitucional. Claro está en el caso de que exista voluntad política por parte de los Estados miembros por avanzar hacia un verdadero proceso de integración, que no de homogeneización, universitaria a escala continental. Pero parece que es, una vez más, la economía y sus partidarios la que prevalece en la integración comunitaria y no las posiciones de aquellos que defendemos la configuración de una real Europa política, social y ecológica, dentro de la cual la educación pública y laica deber ser un pilar.

Reflexiones sobre el asociacionismo universitario desde UNE

Texto elaborado a partir de la participación del autor en la mesa redonda Asociacionismo Universitario, dentro de las I Jornadas sobre Asociacionismo y Participación Ciudadana, organizadas por el Servicio de Asuntos Sociales de la Universidad de Salamanca en noviembre de 2004. Publicado en el nº 0 de la 2ª época de la revista Asperina de la Coalición Unidad Estudiantil (UNE), diciembre 2004.

Para comenzar me gustaría referirme en un primer momento a lo qué es Unidad Estudiantil, a quienes representa y cuales son sus objetivos. Haciendo un poco de historia, tenemos que situar el origen de esta Coalición en la creación en el año 1986 de la primera asociación de estudiantes con fines de representación de esta universidad: la Asociación Progresista de Estudiantes Renovadores (ASPER). Esta activa Asociación unió sus fuerzas en el año 1994 con la Asociación Universitaria de Estudiantes Progresistas (AUEP), fundada dos años antes, y dando como resultado la Coalición Unidad Estudiantil (UNE).

Durante varios cursos, esta Coalición se constituyó como la mayoritaria de cuantas existían en nuestra Universidad, contando con representantes en el Claustro de 1º,2º y a diferencia del resto también de 3º ciclo. Por tanto, se trata de un movimiento que desde una perspectiva de izquierda intenta ser portavoz de los estudiantes en los diferentes órganos de representación y tan importante como esto, intentar que sus problemas diarios se solucionen para configurar así una mejor universidad para todos.

Para la consecución de estos objetivos, nuestra Coalición participa con la presentación de candidatos en las diferentes elecciones, dentro del sector alumnos, que se desarrollan: Consejos de Departamentos, Juntas de Facultad y Claustro Universitario. Pero junto con este trabajo de representación, consideramos que la actividad política que llevamos a cabo se puede desarrollar también mediante la realización de diversas actividades culturales, sobre todo ciclos de conferencias. A pesar de ser un movimiento, que en principio sólo debería luchar o manifestarse por reivindicaciones corporativas, básicamente la defensa de los derechos de los estudiantes, nuestra ideología izquierdista hace que no olvidemos los problemas que suceden en nuestro país o en el mundo. Así hemos estado en la calle contra la Guerra de Irak y no sólo contra la Ley Orgánica de Universidades (LOU) o la Ley de Calidad de la Enseñanza (LOCE), también recaudando dinero para el material de los voluntarios del Prestige.

Lo hasta ahora expuesto, no deja de ser más que una presentación de los objetivos de nuestra Coalición. Pero junto a este panorama de luces, tengo también que señalar las sombras en la actuación de las asociaciones que representamos a los estudiantes.

En primer lugar habría que mencionar el escaso compromiso corporativista que solemos mostrar las Asociaciones de Estudiantes. En aspectos en los que sólo deberíamos buscar las mejoras de los derechos de los alumnos así como por ejemplo unas cuotas de representatividad más ajustadas a nuestro peso estadístico en la Universidad, las Asociaciones se han caracterizado por entrar en luchas cainitas que sólo buscan el protagonismo de unas sobre otras. A los hechos me remito y ahí está la campaña de una de las Asociaciones aquí presentes arrogándose el haber conseguido el Tribunal de Compensación. Resulta paradigmático que sólo sean temas como la defensa de las fiestas de los alumnos o la reticencia a perder protagonismo en la representación lo que una a la mayoría de las asociaciones.

El mejor reflejo de que estas luchas no conducen a nada es el pasotismo que muestra el común de nuestros compañeros universitarios hacia las asociaciones, reflejado en gran medida en su mínima participación en cualquier elección de representantes de alumnos. Resulta curioso que sí se movilizaran en las elecciones al rector, cuando su voto a pesar de ser directo iba a contar menos que antes. Porque no nos engañemos, los representantes de los alumnos en el Claustro por poner un ejemplo no lo son por haber convencido con un programa, con unas ideas a promover entre la comunidad universitaria, sino simplemente por ser aquellos que cuentan con “más popularidad” o como a mi me gusta decir son aquellos que tiene más amigos. Hay que mencionar que la implantación de cada asociación en diferentes titulaciones y cursos ayuda, pero sinceramente creo que no es lo fundamental.

Este pasotismo y esta falta de representatividad de los elegidos hace que en ocasiones estos “representantes” se alejen de las verdaderas preocupaciones del día a día universitario y en su lugar dediquen sus esfuerzos y dedicación a la asistencia de múltiples reuniones, comisiones y demás órganos universitarios en los que poco o nada pueden hacer por la defensa del alumnado. Por el contrario descuidan la labor del día a día de asistir a la facultad, de conocer lo que pasa, qué profesor no asiste, qué calefacción de las aulas no funciona o qué modelo de enseñanza queremos.

Una cuarta sombra, aunque no estoy muy seguro de ella, proviene de los “ataques” que se nos hace desde diversos sectores a las asociaciones que claramente mostramos una determinada ideología política. En el caso de UNE, siempre se nos ha etiquetado como la organización de las Juventudes Socialistas (JJSS) en la Universidad de Salamanca. Se trata de una afirmación que requiere matizaciones (al igual que hablo de UNE podría hablar del Colectivo Estudiantil Alternativo (CEA) y de la Asociación de Estudiantes Independientes de la Universidad de Salamanca (AEUS) así como su relación con Juventudes Comunistas y Nuevas Generaciones del Partido Popular, pero por desconocimiento interno de las mismas y sus relaciones no voy a valorarlas). No voy a negar que existe una estrecha vinculación entre Juventudes y UNE, es decir, hay tanto doble militancia como una misma sintonía en determinados temas. ¿Quiere decir esto que UNE es un satélite de JJSS en la Universidad? A mi me gustaría creer que no y así lo pienso. Hay una autonomía, se renuevan las ejecutivas sin la intromisión de la Ejecutiva de Juventudes. En este caso, el de la relación de las secciones juveniles de los partidos y la Universidad, yo soy partidario de otro modelo, que en España parece que no ha cuajado del todo, quizás estaría la excepción de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) pero que sí lo ha hecho en otros países, como en Suecia. La idea es que cada sección juvenil tendría en cada universidad su asociación, con un nombre común en todos sitios, por ejemplo en el caso que nos atañe Socialistas Universitarios, Comunistas Universitarios o algo similar. Eso no quiere decir que no pudieran existir asociaciones con fines de representación no vinculadas a partidos, caso de la Asociación de Estudiantes Miguel de Unamuno (AEMU) en Salamanca, pero creo que se haría justicia y se llamarían a las cosas por su nombre.

Al igual que las luchas cainitas, la llamada “política universitaria” ofrece un balance nada favorable a mi juicio. Por política universitaria entiendo en este caso los pactos, acuerdos, cambios de siglas, coaliciones que únicamente parece que responden a un interés por seguir manteniendo una cuota determinada de espacio, como un despecho, más miembros en un órgano de representación, etc. Así han existido coaliciones más o menos fantasmas inexistentes que sólo buscaba tener más miembros en el Consejo de Asociaciones o un despacho más en el que acumular papeles.

La verdad es que el planteamiento presentado no parece muy alentador y realmente son muy escéptico en cuanto a pensar que las cosas vayan a cambiar. En el caso que nos convoca hoy, la Universidad está impregnada por un pasotismo y falta de compromiso que afecta tanto a alumnos como a profesores.

En buena parte de las titulaciones los alumnos nos convertimos en copistas de libros ya escritos. Memorizamos “apuntes” que reproducimos en un examen. Preferimos el dictado a la lectura individual y al posterior debate colectivo. Evitamos la evaluación continua en beneficio del matriculase y venga el día del examen. El debate, la crítica y la reflexión la dejamos para mejores tiempos. Es evidente que parte de esta culpa la tiene el profesorado, pero sería irreal no reconocer que cuando se producen avances en la metodología docente, muchos compañeros se muestran contrariados o incluso alarmados por no tener un “apunte” que tomar.

Y es en la calidad de la docencia, a mi juicio uno de los aspectos en que las Asociaciones menos han entrado, por lo menos desde que formo parte de esta Universidad, excepción hecha de algunas declaraciones generales de principios que todos compartimos. Porque en breve tendremos con la adaptación de la Universidad española al Espacio Europeo de Enseñanza Superior, una nueva reforma de los planes de estudio, y ahí será importante que los alumnos den su punto de vista sobre su estructura, duración, distribución horas, metodología, evaluación, etc...Ahí es donde tenemos que estar también, favoreciendo el debate, la crítica y la reflexión y no “sacándonos el pellejo” unos a otros por copar más o menos cuota de representación.

Pío Moa y el revisionismo histórico español

Artículo publicado en la revista Claridad de las Juventudes Socialistas de Salamanca, octubre de 2004.

El setenta aniversario de “la insurrección obrera de octubre de 1934 en Asturias” (1) ha sido aprovechado por el periodista Pío Moa para publicar su último libro, 1934: comienza la Guerra Civil. El PSOE y la Esquerra emprenden la contienda (Áltera, 2004). Las tesis de Moa sobre el periodo republicano y la Guerra Civil han sido ampliamente difundidas en anteriores publicaciones, como el best-seller Los Mitos de la Guerra Civil, presentando ahora la revolución de octubre como “una trama orquestada entre el Partido Socialista y Esquerra Republicana de Catalunya, que en 1934 pretendían acabar con el gobierno legítimo de la derecha e instaurar un sistema soviético (2)”.

Ante estas presuntas “verdades absolutas”, no podemos llevarnos a engaño. Las interpretaciones de este antiguo militante del PCE (r) no son fruto de su conocimiento directo de las fuentes primarias de la época, como presume en su “nuevo libro de ficción (3)”, sino del “revisionismo histórico (4)” que ha aparecido en nuestro país en los últimos tiempos. Para el historiador Javier Tusell (5):

“Todo historiador parte de unas fuentes primarias y logra una interpretación original que se escribe en el hipertexto de nuestros conocimientos y que sin duda será objeto de reconsideración. El "revisionista" actúa de otro modo. No parte de preguntas, sino de seguridades o de presunciones. No acude a las fuentes primarias, sino a las secundarias que pretende elaborar con originalidad. Lo hace, sin embargo, con extravagancia acudiendo a interrogantes inapropiados que remiten a la posición partidista que ya ha adoptado. Elude la técnica del historiador y por eso suele magnificar el dato irrelevante para sus propios fines o tomar la parte por el todo. Huye de matices porque lo suyo es el dualismo maniqueo, la simplificación o la parcialidad. Ansía la polémica porque parece concederle el privilegio de una posición innovadora o situarle en idéntico plano de los profesionales de la Historia”.

Ejemplos para Tusell de esta escuela lo constituyen, junto al propio Pío Moa, César Vidal –presentador de La Linterna de la COPE-, José María Marco-redactor del último libro de Aznar- o Jon Juaristi-director del Instituto Cervantes durante el periodo de gobierno popular-. Se trata de “historiadores”, que en palabras de Alberto Reig Tapia para el caso de Moa, pero que son perfectamente extrapolables al resto, tratan de “encaramarse a base de codazos, pisotones y reclamaciones varias, al más elevado sitial de la historiografía nacional”. En esta misma línea argumentativa añade Reig Tapia que “a tan elevado altar historiográfico se accede trabajando intensamente y con talento, haciendo sin prisa pero sin pausa una obra sólida (que no es lo mismo que “al peso", como con infantil manera pretendía su antecesor Ricardo de la Cierva numerando sus sucesivos e inconsistentes mamotretos) (6)

Así, Pío Moa y el conjunto de la “historiografía neoconservadora ha insistido, [...], en que es octubre de 1934 el momento de quiebra definitiva de las instituciones republicanas y, consecuentemente, el punto de partida de la Guerra Civil. Julio del 36 no sería sino la respuesta aplazada al levantamiento obrero (7)”. Esta línea de justificación lleva al extremo de afirmar que “Franco, [...] defendió en aquel momento [octubre de 1934] la legitimidad republicana frente a la revolución, aunque no le gustaba el gobierno democrático. Podía haber instaurado una dictadura en aquel momento, pero no lo hizo (8)". Incluso, como mencionó Javier Tusell con anterioridad al nuevo libro de Pío Moa, pero que ya dejaba claro en otros, “presume una conspiración desde comienzos de siglo de izquierdistas y nacionalistas y dice descubrir su capacidad destructiva... ¡en una sociedad secreta! Pero semejante extravagancia tuvo su eco en el calificativo "masónico" que Jiménez Losantos otorgó al discurso de investidura de Zapatero (9)”.

Y así, de esta manera encontramos la vinculación existente entre esta “nueva historiografía revisionista” y un sector importante de la derecha española (10), que de un tiempo a esta parte, hacen de la utilización partidista, sesgada e interesada de la Historia, y en particular de la de España, una de sus razones de ser. Fundamentalmente, se trata de deslegitimar hoy, según pretenden, al PSOE, ERC e IU (partidos todos ellos con más historia que el PP: ¿dónde estaban ellos en 1934?) recurriendo sin rigor y contexto alguno a situaciones y hechos ocurridas hace más de setenta años. Aunque no se entiende muy bien esta actitud, cuando todavía gran parte de la derecha española no condena o en su caso ampara el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, como poco menos reflejó recientemente el popular Ángel Acebes. Pero lamentablemente para ellos, la Historia se escribe a base de “verdades a medias”, manipulaciones y ocultaciones.

De esta manera, amplios sectores de la historiografía profesional española han interpretado, como ha recordado recientemente la profesora Bizcarrondo (11) “que existían poderosas razones para temer que el acceso al poder de la CEDA constituyese la antesala de la supresión del régimen democrático”. Esta fue, en última instancia, la causa que desencadenó la organización de una sublevación por parte de los sindicatos y partidos que hoy llamaríamos de “izquierda”. Pero tanto la huelga general indefinida como la proclamación de Companys de “el Estado Catalán dentro de la República Federal Española”, fracasaron rápidamente en todo el país, a excepción de Asturias, que mantuvo la insurrección hasta la llegada de tropas al mando de Franco y la brutal represión posterior.

Lamentablemente, hemos destinado estas líneas a Pío Moa y sus “compañeros de viaje historiográfico” y no al excelente libro, a nuestro entender, de Enrique Moradiellos, 1936. Los mitos de la Guerra Civil (Península, 2004), que si esperamos hacer en próximas colaboraciones.


NOTAS

(1) Marta Bizcarrondo, “Octubre del 34: las dos memorias”, El País, 8 de octubre de 2004.
(2) Javier Cuevas, “Pío Moa hace memoria”, La Voz de Asturias, 7 de octubre de 2004.
(3) Lorenzo Cordero, “Pío Moa y la novela negra”, La Voz de Asturias, 19 de septiembre de 2004.
(4) Una lamentable respuesta a esta “etiqueta” es la de César Vidal, para el que “el término revisionista era utilizado por los comunistas para liquidar a los rivales ideológicos. Al parecer, a los estalinistas de corazón de hoy les salta el mismo nombre para señalar a los que desearían borrar del mapa. Sin embargo, hasta donde yo puedo ver, Moa tiene mucha vida por delante. La que no tendrá, por citar un ejemplo, Tusell.” (Diálogo del 5 de octubre de 2004 en Libertad Digital con César Vidal).
(5) Javier Tusell, “El revisionismo histórico español” , El País, 8 de julio 2004.
(6) Alberto Reig Tapia, “Quosque tandem Pío Moa?”, El Ruedo Ibérico, 29 de julio de 2003.
(7) Marta Bizcarrondo, “Octubre del 34: las dos memorias”, El País, 8 de octubre de 2004.
(8) Javier Cuevas, “Pío Moa hace memoria”, La Voz de Asturias, 7 de octubre de 2004.
(9) Javier Tusell, “El revisionismo histórico español” , El País, 8 de julio 2004.
(10) Sobre el libro de Pío Moa, el periodista Federico Jiménez Losantos considera que “leer las cosas que decían y escribían los golpistas del PSOE y ERC, la claridad con que anunciaban la Guerra Civil resulta estremecedor” (Diálogo del 6 de octubre de 2004 en Libertad Digital con Federico Jiménez Losantos).
(11) Marta Bizcarrondo, “Octubre del 34: las dos memorias”, El País, 8 de octubre de 2004.