lunes, abril 03, 2006

¿Por qué un nuevo Estatut?

Artículo publicado en el periódico digital La Voz de Salamanca.
A pesar de que el catalanismo supone anteponer lo propio a lo justo (lo cual lesiona el principio de solidaridad) y definir lo propio desde criterios de identidad (lo cual lesiona el valor del pluralismo), desde posturas progresistas es tan difícil combatirlo como difícil fue en los años setenta denunciar el GULAG: con la misma miopía que entonces se acusaba de capitalista, hoy se acusa de nacionalista español. En ambos casos, sin embargo, lo que se reclama son libertades y derechos(1).


El pasado 30 de marzo, el Congreso de los Diputados aprobó por mayoría el proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña. Entramos así en la recta final de un proceso estatutario que, durante meses, ha centrado el debate político en España. Cuando se ha opinado hasta la saciedad sobre el Estatut, ¿qué interés puede plantear acercarse, de nuevo, a este oscuro objeto de deseo? Nuestro interés viene motivado por el hecho de que la oposición catastrofista y demagógica empleada contra el texto por el Partido Popular (PP) ha impedido que, desde la izquierda, opinemos de forma crítica hacia un texto, que a muchos –parafraseando el título de un artículo de Santos Juliá- nos ha dejado “sin ningún entusiasmo”(2).

Y es que el mencionado catastrofismo del PP –entendido como una pieza dentro de una estrategia político-mediática más amplia de oposición frontal al Gobierno de Rodríguez Zapatero- ha llevado a la construcción de dicotomías maniqueas del tipo a favor del Estatuto (izquierda), en contra del Estatuto (derecha), alejadas de lo que es una realidad más compleja y plural. El sólo cuestionamiento de ¿por qué un nuevo Estatut?, te encasillaba automáticamente dentro de las posiciones conservadoras. Pero por suerte –para aquellos que defendemos el pensamiento crítico- han existido posturas que –alejadas de los posicionamientos de los populares- cuestionan la necesaria reforma. Una de estas voces es la del Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona, Francesc de Carreras(3), quien afirma que en el momento de comenzar la reforma “no había, pues, razones consistentes que justificaran un cambio de Estatuto”. Para Carreras “sí había razones ideológicas de fondo por parte de las formaciones nacionalistas. Estas razones eran de dos tipos. Por un lado, la autonomía y el Estatuto son para los nacionalistas meros instrumentos, sólo útiles en la medida en que contribuyen a crear «conciencia nacional» en el largo camino de acceso a la soberanía, su auténtica meta. [...] Por otro lado, el Estado de las autonomías ha evolucionado en un sentido federal, de tal manera que, a excepción de los «hechos diferenciales» definidos en la Constitución, en las demás materias la igualación de competencias prácticamente se ha generalizado. Llegados a este punto, una nación como Cataluña debe diferenciarse del resto de comunidades, especialmente de aquellas que son consideradas como meras regiones”. En similar tono se expresaba meses atrás el ex vicepresidente Alfonso Guerra(4), cuando en una entrevista señalaba, a propósito de la igualación progresiva de las competencias transferidas; “los que querían una diferenciación [Cataluña y País Vasco] vuelven a exigir un escalón más y vuelve el conjunto a exigir la igualación, la equiparación; es una escalera mecánica muy complicada”.

De esta manera, resulta a nuestro juicio lógico que la reivindicación de un mayor grado de autonomía política y financiera –justificándose si es preciso para ello en el falseamiento de la realidad histórica- recayese en formaciones cuya principal pretensión es de tipo nacionalista, catalana en este caso. Menos comprensible –aunque en tiempo de incertidumbres ideológicas para la izquierda, el nacionalismo resulta para algunos un clavo donde agarrarse-, nos resulta la postura del Presidente de la Generalidad, Pasqual Maragall, y de su formación política, el PSC-PSOE. Asistimos sorprendidos a la conversión del PSOE en Cataluña en un partido catalanista. Y es que como han señalado militantes de base del PSC, “el catalanismo es en realidad un nacionalismo «implícito» que gracias precisamente a que no se reconoce como tal puede avanzar sin obstáculos hacia sus metas, que apenas se diferencian de las del nacionalismo explícito que hemos padecido hasta la fecha”(5). Esta continuidad con el pujolismo en la construcción de una Cataluña uniforme y monolítica, que en última instancia lleve a la configuración de un Estado independiente, ha llevado a distintos intelectuales catalanes a plantear que “no se sienten representados por los actuales partidos y manifiestan la necesidad de que un nuevo partido político corrija el déficit de representatividad del Parlamento catalán”(6). Se trata de continuidades tangibles que el día a día nos deja, bien sea en forma de novedades, como las Oficines de garanties lingüístiques, o de encuestas, que llevan a la Generalitat a gastar en poco más de dos años de legislatura “más de 3,5 millones de euros (alrededor de 600 millones de pesetas) en estudios e informes sobre la utilización del catalán en diferentes ámbitos”(7).

Una vez más, como ha sucedido a lo largo de la historia, son las elites políticas las que toman como suyo la preocupación por el sentimiento nacional. La configuración de Estados, la delimitación de fronteras o la invención de naciones han sido procesos en los que las elites dominantes han instrumentalizado a súbditos y ciudadanos en empresas comunes, cuando en el fondo lo que subyacía era un interés de grupo. Porque ahora –a diferencia de lo que sucedía en el proceso de transición a la democracia-, la ciudadanía no reivindica libertad, amnistía, Estatuto de autonomía. Las preocupaciones de los ciudadanos de Cataluña, a tenor de las encuestas publicadas, no difieren de las del conjunto de España. Así que algo pasa cuando aquellos, como José Álvarez Junco, que “tanto hemos admirado la cultura cosmopolita y moderna de los catalanes” les “decepciona el texto que tenemos sobre la mesa”(8), o cuando surge un nuevo partido político, Ciutadans de Catalunya, cuyos principios rectores son la ciudadanía, la libertad e igualdad, el laicismo, el bilingüismo y la Constitución(9). Algo pasa en Cataluña.

(1) ¿Crisis en el PSC-PSOE?, El Viejo Topo, septiembre de 2005, pp.25-35.

(2) JULIÁ, SANTOS: Sin ningún entusiasmo, EL PAÍS, 4/12/2005, pp.12-13.

(3) CARRERAS, FRANCESC DE, El nuevo Estatuto frente a la Constitución, Claves de Razón Práctica, diciembre de 2005, pp.4-11.

(4) ROMERO, JOSÉ MANUEL y AIZPEOLEA, LUIS R., “Hay que tirar del PP hacia una posición común y no empujarlo hacia una posición radical”, EL PAÍS, 20/11/2005, pp.20-21.

(5) ¿Crisis en el PSC-PSOE?, Ibíd.

(6) AZÚA, FÉLIX DE, BOADELLA, ALBERT, CARRERAS, FRANCESC et. al.: Por un nuevo partido político en Cataluña, junio de 2005.

(7) ELLAKURÍA, IÑAKI y LECINA, ROSA: La lengua, bajo lupa, La Vanguardia, 16/3/2006, p.18.

(8) CIUTADANS DE CATALUNYA: Segundo Manifiesto de Ciutadans de Catalunya, marzo de 2006.

(9) ÁLVAREZ JUNCO, JOSÉ: Cataluña vista desde España, EL PAÍS, 15/1/2006, p.15.

1 Comments:

Blogger Coronel Kurtz said...

España necesita una ordenación terrritorial racional, respetuosa conm las trayectorias históricas y sociales de los pueblos españoles.
Autonomía para el País Leonés.

2:12 p. m.  

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