viernes, octubre 12, 2007

Presidenciales francesas: El triunfo de los declinólogos

Artículo publicado en el periódico digital La Voz de Salamanca, 12 de octubre de 2007.

José Vidal-Beneyto nos recuerda la importancia de “estudiar [...] los mecanismos que utilizan [los] poderes para crear y difundir los contenidos que convienen a sus intereses”. El propio Vidal-Beneyto, a finales de los años setenta, coordinó diversos estudios que confirmaron la hipótesis de que “la comunicación mediática no reproducía y representaba la realidad tal y como era, sino que la producía y acababa imponiéndola”. De esta manera, “la realidad mediática así gestada era más real que la realidad convencional porque era más productora de efectos de realidad” (1). En los últimos años, un caso paradigmático de producción de la realidad por los medios de comunicación, culminado en el tratamiento informativo de las ultimas elecciones presidenciales, ha sido el de la crisis o declive de Francia.

Los llamados declinólogos han conseguido transmitir a la opinión pública, con notable eficacia tanto la idea del declive de Francia como la de que el país necesitaba políticos que desarrollaran, en palabras de Nicolas Baverez –su principal ideólogo-, “una terapia de choque”. Así, las presidenciales de mayo se convertían en una oportunidad para establecer, como solicitaba la patronal, una ruptura con la situación anterior que permitiera “abordar reformas profundas” (2). Un crecimiento económico inferior al de otros Estados de la Unión Europea, un mercado de trabajo excesivamente regulado, una supuesta pérdida de peso en la política internacional y en la influencia cultural del francés o la existencia de un partido como el Frente Nacional –capaz de alcanzar 5.525.034 votos, el 17,73%, en la segunda vuelta de las presidenciales de 2002- como manifestación de la crisis en la que se encontraría el sistema político de la V República, serían algunos de los ejes sobre los que pivotaría la supuesta decadencia de Francia.

La decadencia que con cifras otros autores se encargan de desmentir, o por lo menos cuestionar, como hacen Cecilia Ballesteros y Andrés Pérez en un artículo publicado en la edición española de la revista Foreing Policy (3), no es más que una cortina de humo, un pretexto para la aplicación, en lo económico, de un programa de reformas neoliberales que, en mayor o menor grado, los distintos gobiernos franceses habían logrado aplazar. Pero lo que resulta chocante, o cuanto menos paradójico, es que discursos como el de Baverez, partidario de Nicolas Sarkozy, y por tanto, propios de una determinada opción política –por mucho que se hable ahora de la apertura, l'ouverture, por la inclusión de antiguos cargos socialistas en el nuevo gobierno- hayan calado, a izquierda y derecha, dentro y fuera de Francia, en cualquier análisis que se realice sobre país vecino. De esta manera, para Felipe González, en la segunda vuelta de las presidenciales se dirimiría “más que la batalla por el centro, [...] la batalla por la modernización frente al continuismo”. Pero, ¿qué entienden por modernización el ex presidente español y todos aquellos adeptos a las tesis de la crisis francesa? Llevar a cabo “la modernización institucional del Estado y las reformas estructurales de una economía corporativizada que pierde capacidad de crecer y competir” (4).

Resulta representativo de esta aceptación masiva y acrítica de la corriente declinóloga, casi como si un dogma se tratara, el que la práctica totalidad de los editoriales de diarios españoles coincidiera en señalar, tras la victoria de Sarkozy, dos de las ideas-fuerza del ideario de los declinólogos: Que las políticas llevadas a cabo por los distintos gobiernos, durante los últimos treinta años, habían llevado al declive del país. Y que para romper con la “inercia del gaullismo” heredada había que realizar reformas modernizadoras. Así, desde El País se consideraba que para el nuevo presidente “su reto inmediato es que Francia salga unida y fuerte de su crisis real y psicológica”. Por tanto, “es de esperar que Sarkozy logre con sus reformas sacar a Francia este agujero en el que se ha metido por sí sola”. El objetivo, hacer que el enfermo francés recupere “su plena vitalidad intelectual, social y económica”. Este binomio, crisis-reformas, aparece también en El Mundo: “La crisis actual se ha incubado durante casi tres décadas de inmovilismo”, obteniendo la victoria quien “hizo campaña prometiendo reformas profundas en una economía que las pide a gritos”. En esta línea, para el Abc, “sin ocultarlo, [Sarkozy] se ha comprometido nada menos que a cambiar las cosas después de tantos años de esclerosis, a romper la deriva relativista que inunda la vida intelectual francesa desde Mayo de 1968”. Y es que, según La Razón, “con la elección del aspirante liberal a la cabeza del Estado, Francia se hizo mayor”, abriéndose “una puerta a la modernización” que llevara a “reformar el mastodonte chirriante de la economía gala”. También, para La Vanguardia, los franceses habían “elegido romper con el pasado”, apostando por “el inicio de una era de cambios que se presume capital para revitalizar la economía y las instituciones francesas”, siendo “la gran prueba de fuego [...] la aplicación de las reformas económicas liberales que ha prometido” (5).

Pero, ¿de qué “cambio regenerador que el país necesita” hablamos? ¿En qué consisten las “reformas profundas” que “pide a gritos” la economía? ¿Forman parte de la agenda de todas las opciones políticas o, por el contrario, responden a una determinada concepción política e ideológica? En principio, el adelgazamiento o desmantelamiento del Estado del Bienestar no debería ser una opción defendida por posturas socialdemócratas, por lo menos antes de la llegada de la Tercera Vía; más bien sería tarea de los partidos conservadores y liberales, en el caso que nos ocupa de una “derecha sin complejos” que con “Sarkozy, a pesar de su perfil gaullista, se aleja de algunas de las inquietudes sociales características de la Quinta República y es más sensible a la adecuación del Estado a la globalización y a los desafíos de las sociedades posindustriales” (6). Y a esto, a modificar el modelo social francés, y no a otra cosa como curar una supuesta enfermedad de la sociedad francesa, es a lo que ha dedicado sus primeros meses de gobierno el presidente galo.

¿Y la izquierda? ¿Qué hace frente a la hiperactividad legislativa del presidente de la República? Por un lado, la izquierda de la izquierda, atomizada e incapaz de ofrecer al ciudadano una alternativa anticapitalista unitaria. Por el otro, algunos miembros del Partido Socialista, como Ségolène Royal, emplazando a “profundizar en la renovación de la izquierda y en la búsqueda de nuevas convergencias más allá de las fronteras actuales”, rechazando algunas propuestas de su programa –aumento del salario mínimo hasta los 1.500 euros o generalización de la semana laboral de 35 horas- por considerarlas que “no eran creíbles” y, por último, asumiendo el discurso de las reformas, no suficientes para la socialista, ya que según ella “frente a esta impresión de movimiento, lo que en realidad amenaza a nuestro país es el inmovilismo”. Para la ex candidata al Elíseo lo prioritario es llevar a cabo una “renovación profunda de nuestros métodos y algunas de nuestras ideas, en la fidelidad a nuestros valores”. Se trataría de efectuar una tarea de modernización, lo que para la izquierda suele traducirse por derechización y sustitución de sus principios ideológicos por otros: “El mercado nos es tan natural como el aire que respiramos” (7), afirmó Royal en la fiesta de la rosa de Melle.

(1) La importancia de estudiar los mecanismos de creación y difusión de los contenidos en La comunicación, entre el rumor y la provocación, El País, 18/2/2006. Las reflexiones sobre la producción de la realidad en Marzo del 2006 no es Mayo del 68/1, El País, 1/4/2006.

(2) La idea de “una terapia de choque” en la entrevista Sarkozy es el antídoto contra la guerra civil, La Vanguardia, 27/4/2007. Las “reformas profundas” en Lluís Uría, La patronal francesa insta a los candidatos al Elíseo a abordar reformas profundas, La Vanguardia, 26/1/2007.

(3) Ejemplos de autores que cuestionan la decadencia, Cecilia Ballesteros, y Andrés Pérez (2006): ¿Decadencia francesa? En Foreing Policy. Edición Española, nº 18, p.14-19

(4) Felipe González, Cuál es la batalla, El País, 26/4/2007

(5) Los entrecomillados de este párrafo –a excepción de la referencia a la “inercia del gaullismo”, que corresponde al artículo de Francesc de Carreras, Modernizar Francia (La Vanguardia, 10/4/2007)-, referidos a los editoriales de los periódicos que se citan, son del 7 de mayo de 2007.

(6) El “cambio regenerador que el país necesita” en el editorial Sarkozy, hacia una nueva Francia, Abc. Las “reformas profundas” que “pide a gritos” la economía en Francia se pronuncia masivamente por la claridad de Sarkozy, El Mundo. La “derecha sin complejos” en Francia: derecha sin complejos, La Razón. El cambio en las políticas gaullistas en Francia elige cambio y derecha, El Periódico de Cataluña.

(7) La “renovación de la izquierda” en Lluís Uria, La derrota abre en el PS el debate sobre la renovación ideológica y las alianzas, La Vanguardia, 7/5/2007. La crítica de Royal a algunas de sus propuestas electorales en J.M. Martí Font, Royal acusa al PS de imponerle propuestas electorales "no creíbles", El País, 22/6/2007. Para la “renovación profunda de nuestros métodos” en Lluís Uria, Ségolène Royal regresa como una “mujer nueva” y decidida a encabezar la renovación del PS, La Vanguardia, 26/8/2007.