martes, julio 04, 2006

El enfermo imaginario: reflexiones sobre la “crisis” francesa

Artículo publicado en el periódico digital La Voz de Salamanca, 4 de julio de 2006.
Publicado, sin cita inicial y notas, en el nº 257 del periódico independiente La Voz de La Palma, del 14 de julio al 9 de agosto de 2006.
Ni siquiera se trata ya de eliminar la legislación laboral y aplicar el código de comercio. El ideal de muchos conservadores es la ausencia total de regulación: te contrato porque quiero, te pago lo que quiero y te despido cuando quiero. ¿Para qué ni siquiera un contrato en papel, si basta con uno implícito? ¿Por qué no van a trabajar los niños vendiendo flores, haciendo alfombras o como soldados? ¿Qué es eso de las cotizaciones sociales?
David Anisi, El fallido contrato de primer empleo, TRIBUNA DE SALAMANCA, 4/5/2006, p.2 Suplemento Paraninfo
La pérdida, en 1898, de las últimas posesiones españolas en el Pacífico –Filipinas- y América –Cuba y Puerto Rico-, llevó a parte de las elites intelectuales del país a calificar de Desastre estos acontecimientos. Pero como ha señalado José Álvarez Junco, esta crisis de la conciencia nacional, generada a raíz de la derrota española ante Estados Unidos, sería más propia “de las elites intelectuales”, que de “las capas populares, a las que no se había socializado intensamente en una identidad española”. Con todo, “para la minoría más instruida, España no sería sólo, ni sobre todo, una nación en «crisis», «decadente» o «degenerada», sino una raza en pleno declive físico, biológico, que había tocado fondo, «agónica», «moribunda» (1). En 2006, el “organismo comatoso” no es España, sino Francia. Una Francia que para algunos –desde nuestro país, pero también desde el hexágono como ha descrito Ignacio Ramonet-, lleva “un año en crisis permanente”, que para otros se encuentra “menguante” o que incluso –tras la retirada del Contrato por el Primer Empleo (CPE)- “ha sufrido un segundo Waterloo en menos de 200 años”. En definitiva, una “Francia reaccionaria” incapaz de “acometer las reformas estructurales para afrontar los retos de la economía globalizada” (2) que posibiliten, tanto una mayor flexibilización, y por tanto una mayor precariedad del mercado laboral, como un aumento del crecimiento económico.
Parece que no hay nada nuevo bajo el sol. Los intelectuales noventayochistas de ayer y la “cohorte de «derrotistas» de derechas” de hoy –pero no sólo estos últimos, como lo demuestra la poca simpatía de la familia socialista europea con las propuestas económicas de los socialistas franceses-, vuelven a coincidir, a pesar de la distancia temporal que los separa (3). Por un lado, en la vuelta a la visión del romanticismo decimonónico según la cual, los pueblos y las naciones se configurarían como un organismo vivo, dotado de un espíritu propio, de un alma o Volksgeist (la nación moribunda de ayer y el organismo comatoso de hoy). Por el otro, en la construcción que desde determinadas elites –políticas, económicas, intelectuales- se realiza de determinados discursos, en principio alejados –y en ocasiones contraproducentes- de las preocupaciones ciudadanas, pero que por su capacidad de influencia en la sociedad, con el tiempo se convierten en hegemónicos. Estos discursos se nos presentan hoy como impugnación de cualquier oposición al pensamiento único dominante. Para ello, como han señalado los profesores Lebaron y Mauger, se dotan de una “nueva retórica reaccionaria”. Retórica que hace suya el léxico progresista y que permite presentarse a “los profetas del neoliberalismo, sus ejecutores políticos y sus turiferarios mediáticos […] como «modernizadores», valerosos innovadores decididos a superar «los lastres», «los bloqueos», «los inmovilismos», «los tabúes» de la sociedad francesa”. Para estos autores, esto ha llevado a la apropiación por la derecha neoliberal de “la modernidad, la reforma, la solidaridad, el realismo, el internacionalismo, etc., esperando hacer pasar una operación claramente reaccionaria por una empresa progresista” (4).
Pero, ¿en qué se materializarían las reformas estructurales en favor de la superación de los inmovilismos? ¿Cuál es el modelo a seguir? Una vez más, el paralelismo con España aparece. El crecimiento económico continuado de nuestro país, por encima incluso de la media de la UE, ha sido presentado por políticos, periodistas y académicos como un modelo a imitar en el resto de Europa. Estos analistas omiten las estadísticas que nos sitúan con la cifra más alta de la Unión Europea (65,3% frente a la media comunitaria de 40,2%) de contratos temporales para asalariados menores de 25 años. Pero como si esta cifra no fuera suficiente, EL PAÍS ha señalado como “sin tener en cuenta la edad, tampoco los datos son mejores. En España, los contratos temporales representan el 33,3%; en la UE no sobrepasan el 14,2%, y en Francia se quedan en el 13,3%” (5). La temporalidad en el empleo, unida a la precariedad –que ha posibilitado la emergencia de los mileuristas primero y de los seiscientoseuristas después (6)-, es uno de los pilares de este aplaudido modelo de crecimiento. El otro de los pilares es lo que algunos califican como el Tsunami urbanizador. Es decir, el aumento espectacular del número de viviendas construidas “hasta finalmente alcanzar las 800.000 viviendas iniciadas en 2005 (la media anual en los noventa fue de 350.000)”. Como señala Ramón Fernández Durán “dicha cifra supera el número de viviendas construidas en Francia, Alemania y Reino Unido juntos, que disponen de una población conjunta cuatro veces mayor aproximadamente a la española y que manifiestan asimismo una renta per cápita considerablemente superior” (7).
Vistas así las cosas, parece que nos encontramos en el caso francés más ante El enfermo imaginario de Molière que ante el organismo comatoso, decadente y reaccionario que otros evocan, sólo porque una parte importante de la ciudadanía –como se demostró con los rechazos al proyecto de Tratado Constitucional europeo y al CPE- ha tomado conciencia de la no inevitabilidad de los cambios. Las manidas reformas responden a decisiones políticas y no vienen dadas o impuestas por leyes naturales que tengamos que aceptar sin solución de continuidad. De esta manera muchos consideramos que lejos de estar enferma, Francia es hoy “un país que resiste” (8).
(1) La creación intelectual del Desastre en Álvarez Junco, José (1997): El nacionalismo español como mito movilizador. Cuatro guerras. En Rafael Cruz y Manuel Pérez Ledesma (eds.), Cultura y movilización en la España contemporánea (pp.35-67). Madrid: Alianza Universidad. Sobre la consideración de España como una raza agónica y moribunda véase Esteban de Vega, Mariano (2001): El nacionalismo español, 1878-1936. En Jean-Louis Guereña (coord.), Les Nationalismes dans L´Espagne Contemporaine. Idéologies, Mouvements, Symboles (pp.77-94). París: Editions du Temps.
(2) La expresión “organismo comatoso” en Ramonet, Ignacio, Francia “enferma”, LE MONDE diplomatique, edición española, abril de 2006, portada. La consideración de que Francia se encuentra en “crisis permanente” en Martí Font, J.M., Francia, un año en crisis permanente, EL PAÍS, 7/5/2006, p.9. Respecto a la situación “menguante” del país, véase Ubide, Ángel, La Francia menguante, EL PAÍS, 14/4/2006, p.53. La comparación de la retirada del CPE con Waterloo en Mendo, Carlos, Waterloo, versión 2006, EL PAÍS, 14/4/2006, p.8. La consideración como reaccionaria de la oposición al CPE en Schwartz, Pedro, La Francia reaccionaria, LA VANGUARDIA, 12/4/2006, p.23. La necesidad de abordar reformas estructurales en Editorial, LA VANGUARDIA, 11/4/2006, p.18.
(3) La “cohorte de «derrotistas» de derechas” en Ramonet, Ignacio, op. cit. La crítica de los socialistas europeos al PS en Bresson, Henri de, Chambraud, Cécile y Stroobants, Jean-Pierre, Le regard critique des partis frères en Europe, LE MONDE, 20/11/2005.
(4) Lebaron, Frédéric y Mauger, Gérard, Rebelión contra la precariedad, LE MONDE diplomatique, edición española, abril de 2006, p.32.
(5) Las estadísticas sobre temporalidad en Jiménez Barca, Antonio, Los precarios españoles protestan…pero en París, EL PAÍS, 2/4/2006, p.5 DOMINGO.
(6) El término mileurista aparece como “nueva clase social” a partir de la carta enviada a EL PAÍS (21/8/2005) por Carolina Alguacil. En esta carta lo definía como “aquel joven licenciado, con idiomas, posgrados, másters y cursillos (…) que no gana más de 1.000 euros. Gasta más de un tercio de su sueldo en alquiler, porque le gusta la ciudad. No ahorra, no tiene casa, no tiene coche, no tiene hijos, vive al día… A veces es divertido, pero ya cansa (…)”. Una aproximación al tema en Jiménez Barca, Antonio, La generación de los mil euros, EL PAÍS, 23/10/2006, pp.1-3 DOMINGO. Sobre los seiscientoseuristas véase:
http://www.elmundo.es/elmundo/2006/04/25/ciudadanom/1145966523.html
(7) El crecimiento exponencial del número de viviendas construidas en Fernández Durán, Ramón (2006): El Tsunami urbanizador español y mundial, p.10. Disponible en: http://www.ecologistasenaccion.org/article.php3?id_article=4824
(8) Ramonet, Ignacio, op. cit.