sábado, diciembre 31, 2005

¿Quo vadis socialdemocracia?

Artículo publicado en el nº 245 del periódico independiente La Voz de La Palma, del 20 de enero al 9 de febrero de 2006.
Aujourd'hui, au sein du PS, le vrai débat n'est nullement entre réformisme et radicalité mais entre une ligne de gauche, que je soutiens, revendiquant le rassemblement à gauche, et une autre, plus floue, plus libérale quoiqu'elle s'en défende. Si le PS, même sous un autre terme, choisissait la voie néolibérale, ce serait une erreur gravissime
(Laurent Fabius, Le Monde, 16/09/05)
Con relativa frecuencia, tras las convulsiones experimentadas entre 1989-1991 en el orden internacional surgido de la Segunda Guerra Mundial, se nos recuerda que desde esas fechas nos encontramos en un mundo sin ideologías, donde para algunos se habría producido el fin de la historia. De esta manera hay quienes afirman que “la distinción derecha-izquierda, que tuvo su origen en la Revolución Francesa, ya no tiene razón de ser”. Así, los cambios operados tras la caída del Muro de Berlín y la desmembración de la URSS supondrían el triunfo final, tanto de un modo concreto de democracia como de sistema económico capitalista. Es el triunfo de la ideología definida por Ignacio Ramonet en Un mundo sin rumbo como “pensamiento único”, cuyo corpus doctrinal es sobradamente conocido: “lo económico predomina sobre lo político”, “concurrencia y competitividad”, “librecambio sin límites”, “mundialización de la producción manufacturera y de los flujos financieros”, “desreglamentación”, “privatización”, “liberalización”. En este artículo pretendemos interrogarnos –a modo de aproximación, sobre como han influido en la teoría y praxis socialdemócrata los cambios que, para historiadores como Eric Hobsbawm, cierran “el corto siglo XX”, y que ideológicamente han tenido su traducción en la hegemonía del pensamiento neoliberal.
Quizás, en primer lugar, al encontrarnos, a nuestro juicio, en un momento de confusión ideológica, sería útil acercarnos a una posible definición de socialdemocracia, que en este caso, nos la aporta una Enciclopedia de acceso gratuito en Internet como Wikipedia: “La socialdemocracia es una ideología política que surgió a finales del siglo XIX y principios del XX, de la mano de marxistas que creían que la transición a una sociedad socialista podía lograrse mejor mediante una evolución democrática que por una revolución violenta. Con anterioridad, se describía a los socialdemócratas como socialistas reformistas (dado que abogaban por el desarrollo del socialismo a través de reformas graduales) en contraste con los socialistas revolucionarios, que pretendían alcanzar el socialismo mediante una revolución obrera”.
La presentación de esta definición nos lleva inmediatamente a cuestionarnos sobre qué es lo que hoy en día quedan de estos principios –reconociendo los cambios que experimentó la socialdemocracia europea como consecuencia de las dos guerras mundiales así como de la Revolución Rusa y la formación de la III Internacional-, en los partidos definidos o identificados como socialdemócratas, máxime cuando a finales de la década de los 90 gobernaban en la mayoría de países integrantes de la Unión Europea –un total de 13 en 1998-, y sus políticas en la mayoría de las ocasiones, poco diferían de las implementadas por gobiernos conservadores o liberales. Es decir, ¿por qué la socialdemocracia ha abandonado su programa? O como expresivamente señalaba el líder del Partido del Socialismo Democrático alemán (PDS), Gregor Gisy, cuando defendía en el congreso del nuevo Partido de la Izquierda –donde confluyen el PDS y los socialdemócratas desencantados de la Alternativa por el Trabajo y la Justicia Social (WASG)-, al ex ministro Lafontaine señalando que: “Oskar Lafontaine no es un traidor, sino alguien que se ha mantenido fiel a sí mismo, porque el SPD ha dejado de ser socialdemócrata” (El País, 28/08/05).
¿Por qué partidos como el SPD o el Partido Laborista han dejado de ser socialdemócratas? ¿Por qué, parafraseando el título de un artículo del sueco Carl Tham, la izquierda socialdemócrata [se encuentra] acorralada? (Alternativas para el siglo XXI. I Encuentro de Salamanca de la Fundación Sistema) ¿Por qué, cómo ha señalado José María Ridao, desde la socialdemocracia “se admiten como verdades inamovibles principios que son simplemente opciones ideológicas de la derecha”? (El País, 23/06/02). Cuando los socialdemócratas regresaron en “los felices 90” a los gobiernos de buena parte de los Estados miembros de la UE lo hicieron, como apunta Geoff Eley en Un Mundo que Ganar, sin ningún plan económico alternativo a casi veinte años de política económica neoliberal. El modelo que desde 1917 se había identificado como alternativo al sistema capitalista y que había favorecido la emergencia a partir de 1945 de Estados del Bienestar Social, era cosa del pasado. Así, los socialdemócratas “aceptaron los cambios neoliberales, entre ellos no sólo la permanencia del capitalismo, sino también las ideologías agresivamente remercadizadas de la libertad económica [...] para las cuales los socialistas no tenían ninguna respuesta nueva”. De esta manera, no sólo no se cuestionan la llamada globalización, que como señala Tham “es también una ideología” basada en la triada privatización, desregulación y competencia, sino que como en el caso de los “antiguos laboristas” británicos partidarios de la Tercera Vía, hacen bandera de ella: “modernidad” frente a “tradición” es la consigna. O como lo ejemplificaba recientemente el primer ministro Tony Blair a propósito de la “necesaria modernización” del modelo social europeo: “El objetivo debe ser mejorar nuestra capacidad competitiva, ayudar a nuestros ciudadanos a hacer frente a la globalización, a que abracen sus oportunidades y eviten sus peligros”.
De esta manera, no debe sorprendernos la aceptación de la política económica emanada del Tratado de Maastricht, o más recientemente la campaña a favor del Tratado por el que se establece una Constitución para Europa por parte del Partido Socialista Europeo –que, en buena medida, “constitucionalizan” largas décadas de políticas neoliberales-, en la línea de considerar el proceso de integración europea como la parte más sustancial de su programa. Tras el derrumbe del “socialismo real”, el principal eje de actuación de los partidos socialistas europeos ha estado centrada en el mencionado “proceso de integración”. Este ferviente “europeismo” del socialismo europeo lleva a que destacados eurodiputados españoles, como Manuel Medina y Enrique Barón consideren en el artículo La “directiva Bolkestein” y la libre prestación de servicios en la UE en El País (04-04-2005) como “necesaria [la] liberalización de los servicios en el interior de la Unión”. Argumentan, como dogma de fe, que se trata de una de las cuatro libertades previstas por los tratados que establecieron las Comunidades Europeas. Otros dos ejemplos españoles fueron la campaña de las elecciones al Parlamento Europeo del pasado 2004 y el Referéndum sobre el Tratado Constitucional de febrero de este año. La Unión Europea era vendida como “el mejor de los mundos posibles”. Todo eran parabienes para sus políticas, lo que no nos debiera extrañar, ya que son los representantes de los Estados –no entes abstractos-, quienes toman las decisiones en “Bruselas”.
Pero hasta cuando van a ser capaces de mantener este equilibro entre políticas económicas neoliberales y políticas sociales activas, características de los partidos del socialismo democrático. Porque es evidente que existen matices en este pensamiento único que se nos quiere imponer. Y los que en este artículo consideramos como “antiguos partidos socialdemócratas” siguen teniendo una preocupación por la justicia social mucho mayor que conservadores o liberales. Y estos aspectos se tornan en eje fundamental de sus políticas de gobierno, puesto que la economía no se toca. ¿Hasta cuando estos matices? Con preocupación observamos desde la izquierda coaliciones como la de Alemania –reconociendo las diferencias de la derecha germana con la de otros países europeos, incluida España-, que sólo parecen confirmar nuestros peores augurios. Pero creemos que hay todavía “espacios para la esperanza”, como lo demuestra la movilización de un amplio sector del Partido Socialista francés a favor del “No” al Tratado Constitucional o la emergencia con fuerza del Partido de la Izquierda en Alemania. Hoy por hoy, la socialdemocracia está tocada, pero no hundida. De sus militantes y dirigentes depende el futuro.

1 Comments:

Blogger Mario said...

Sabes Felipe, que yo también veo con preocupación la deriva "centrista" de los partidos socialdemocratas, pero hay un problema que no tienes en cuenta y que hay que observar para saber la deriva sin rumbo de la Internacional Socialista, y es que hay unos poderes facticos muy fuertes que impiden que se desarrollen esas políticas y cuando se intentan se les echan todos su medios de desinformación para tergiversar la realidad, y con la UE lo que creo que pasa que en vez de solucionarse se agrava.

10:12 p. m.  

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